Era un día de esos, donde tienes que hacer
algo, donde la ansiedad toma terreno, atormenta y gana.
Alicia me llamó un
sábado por la mañana –como era de costumbre- me ofreció pasar por mí, ir a comer
algo y luego que le ayude a decidir en algo importante para ella. No titubeé y
acepté de inmediato, aunque su última propuesta me dejó con algunas dudas, pero
asumí que ella luego me lo explicaría.
Entramos a comer, en el lugar de siempre, ordenamos el plato de costumbre y me sorprendió con algo que no esperaba.
Entramos a comer, en el lugar de siempre, ordenamos el plato de costumbre y me sorprendió con algo que no esperaba.
Alicia siempre fue una mujer alegre, algo
reservada, tenaz y muy amiga mía. Tenía una relación algo extensa, sin
compromiso alguno pero que a la vez inspiraba mucho amor. Casi nunca me hablaba
de problemas con él, ni recuerdo haberla visto sufrir por amor. Sin embargo,
ese día la vi muy ansiosa, como si la vida se le fuera acabar ese sábado
mañanero.
-Terminé
con Pablo- el tenedor que se acercaba a mi boca se detuvo y sin preguntar
nada ella prosiguió – la monotonía me
cansó, se lo dije y me salió con que él también sentía lo mismo, así que
decidimos cortar ambos o quizás yo di la iniciativa, el punto es que no
volverás a escuchar el nombre Pablo de mí boca-
No pensé que era una broma, ya que Alicia
para esos temas es muy cuidadosa, entonces le pregunté si sentía bien después
de esa decisión, dijo que si, que se sentía con ganas de hacer cosas distintas
y que por favor ya no le hablará más de ese tema. Sin insistir, acepté amigablemente su
petición.
La conversación fluyó con naturalidad, aunque yo tenía algunas preguntas, pero recordaba lo que ella me había pedido. Y como las amigas somos “cómplices” no fui curiosa y seguí comiendo mi plato frío.
La conversación fluyó con naturalidad, aunque yo tenía algunas preguntas, pero recordaba lo que ella me había pedido. Y como las amigas somos “cómplices” no fui curiosa y seguí comiendo mi plato frío.
Al terminar la comida, paseamos por una
avenida muy comercial: ropa, regalos, spa, restaurantes y más, hasta que Alicia
vio un letrero con colores llamativos que decía “Peluquería”. – Aquí quiero entrar – dijo entusiasmada,
la miré con asombro porque ella amaba su cabello largo y liso. Lo cuidaba más
que a Pablo –figurativamente- e invertía
mucho dinero en cremas para su cabellera brillosa. Entonces le dije – ¿Hablas en serio? Tú cabello se ve genial- Alicia insistió
– quiero hacer algo diferente, quiero
verme distinta- dijo.
Cuando uno termina con una relación, inconscientemente
quiere cambiar, busca descubrir cosas nuevas y reemplazar ese espacio que ahora está vacío. Supuse
que eso le pasaba a Alicia, así que sin recriminarle nada dije que le
acompañaría, a pesar de mi observación.
Rápidamente, la capa ya cubría sus hombros,
su cabello ya lo tenía el vanidoso estilista y las tijeras ya se sonaban con sus
golpes de metal. No escuché que Alicia hubiera advertido al joven las clásicas
frases que decimos las mujeres: “sólo las puntas” “dos dedos nada más” “conserve mi largo”. Parece que ella se
sentó e hizo que él hiciera de su cabello sedoso lo que quisiese. La miraba con
asombro y fijamente, pero ella seguía feliz. Creo que pensaba que cortándose el
cabello cortaría su pasado. En fin.
Cogí unas revistas y hojeé algunas páginas
mirando las tendencias de cortes para mujeres, cuando escuché una objeción de
Alicia algo acongojada – ¿Qué has hecho?-
dijo con fuerza. El estilista respondió velozmente – dijiste que querías un cambio de look eso hice-
Miré hacía el piso y el cabello de Alicia
ahora era historia, era parte de futuras extensiones o pelo para peluca. La
mitad de su sedoso cabello ya no era más parte de ella. Salimos casi corriendo
como si hubiéramos hecho algo malo. En el camino intenté hacerle creer que no
le quedaba tan mal, aunque no sólo se le veía distinta, sino que parecía que hubieran confabulado
en su contra el estilista, la tijera y su ansiedad. Después de aquel sábado, no
supe de Alicia por unos días, ni de ella ni de su cabello.
Cuando nos encontramos con muchas emociones juntas, es difícil decidir y más aún cuando te repites una y otra vez que –QUIERES ALGO DISTINTO- con los días entendí que Alicia por ser muy reservada con esos temas, en vez de decirme que le afectaba la separación con Pablo, sólo dijo que quería distraerse y salir de la rutina. Pero ella prefirió disimular su recuerdo y tomó una decisión de cambio –en este caso de look- en el momento menos adecuado.
Cuando nos encontramos con muchas emociones juntas, es difícil decidir y más aún cuando te repites una y otra vez que –QUIERES ALGO DISTINTO- con los días entendí que Alicia por ser muy reservada con esos temas, en vez de decirme que le afectaba la separación con Pablo, sólo dijo que quería distraerse y salir de la rutina. Pero ella prefirió disimular su recuerdo y tomó una decisión de cambio –en este caso de look- en el momento menos adecuado.
A la semanas Alicia habló del tema de Pablo
por si sola y dijo que en vez de olvidarlo, cada vez que miraba su cabello
se acordaba de él, porque ella no quería cortar su cabello, si no a él, pero de su cabeza, de su mente. Le pregunté las dudas que yo tenía aquella vez sobre su
ruptura y ella contestó ahora más aliviada y sin ansiedad.
- Alicia – Todo acabo de pronto, sin darme cuenta
- Yo - Quizás
si te diste cuenta pero no quisiste aceptarlo, creo que sólo alargaste el tiempo pero no los sentimientos.
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